“La arquitectura tiene que ser un objeto de nuestra memoria. Cuando evocamos, cuando conjuramos la memoria para hacerla más clara, apilamos asociaciones de la misma manera que apilamos ladrillos para construir un edificio. La memoria es una forma de arquitectura".
Louise Bourgeois
En esta serie me dediqué a juntar paredes imaginarias, a construir pequeñas arquitecturas llevables que convocan la memoria a tiempos pasados: a vivencias, experiencias y convivencias.
“Las Casitecturas” se convierten en recipientes de sensaciones.
Pequeños laberintos de la memoria, que invitan a paseos imaginarios por sus interiores.
Pasillos, ventanas y paredes, que forman un conjunto y que se comunican entre ellos. Suelos cuyos superficies han sido pisados miles de veces hasta gastarlos. Paredes cuyos ornamentos y decoraciones han ido cambiado con el paso de los años, creando capas de colores, de siluetas cuyas sombras todavía se aprecian, superponiéndose como los recuerdos. Espacios con ventanas que se comunican con el exterior, por donde se puede observar los cambios de fuera desde la protección del interior. Ventanas que dejan entrar la luz del día, ventanas que han sido cruzadas miles de veces por miradas ensimismadas.
Terrazas, que son espacios de dentro y de fuera, respiraderos que alivian la sensación de estar encerrado.
Espacios simbólicos, llevados como broches en el cuerpo, se convierten en metáforas cambiando sus roles. El cuerpo que normalmente es huésped en un espacio, alberga el espacio. El espacio cuya función es la protección se convierte en un amuleto de protección.
domingo, 18 de mayo de 2008
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